LOS 5 PRINCIPIOS DEL KARATE-DO
en los campeonatos de kata y kumite
Perfección de la personalidad
Guardar siempre fidelidad
Esfuerzo y constancia
Respeto a los demás
Reprimir la violencia
En toda escuela de Karate-Do figuran estos 5 principios fundamentales, acompañando a este arte marcial casi desde su origen hace más de 400 años en Okinawa.
Decía el maestro Sigeru Egami, fundador de Shoto Kai y alumno sucesor de Gichin Funakoshi, que el Karate no debía reducirse a un simple combate por puntos, ya que esto fomentaba una mentalidad agresiva y un enfoque en la victoria superficial en lugar del crecimiento interior. Creía que las reglas de las competiciones limitaban la efectividad del Karate real, haciendo que los practicantes se enfocaran más en movimientos rápidos y puntuables en lugar de técnicas efectivas en un enfrentamiento real. Para Egami, el Karate era un camino de autodescubrimiento y evolución, no un deporte competitivo.
Estas palabras fueron citadas hace más de 80 años, cuando las competiciones comenzaban a resurgir. A día de hoy, el Karate puede ser visto tanto como un deporte como un arte marcial, pudiendo convivir ambas en un mismo dojo manteniendo el mismo espíritu que antaño, por lo que, esa radical exclusión de los campeonatos (kata y kumite) no es necesaria, especialmente para la juventud, pues son indispensables para que dichos alumnos enfrenten esta clase de situaciones, además de un aliciente para entregarse más exhaustivamente a un entreno. Es cierto que muchos clubs han abandonado por completo la marcialidad tradicional para entregarse por completo al aspecto deportivo ¿Significa eso abandonar la filosofía original? Por supuesto que no; al menos no debería.
Todos conocemos la palabra: "deportividad". En ella, deberíamos suponer, figuran una serie de valores que pueden ser similares a los 5 principios del Karate-Do. No obstante, los que conservamos la tradición marcial, siempre matizamos que el Karate es más que un deporte. Quizás es por eso que, a lo largo de mi trayectoria como maestro he visto un gran número de deportistas de nuestro arte marcial potenciar únicamente virtudes como el esfuerzo y la perseverancia (primordiales en el deporte de alta intensidad), opacando en muchas ocasiones valores como el respeto y la humildad; no sólo hacia el maestro y al compañero, sino hacia el rival.
También he tenido el infortunio de presenciar en eventos icluso infatiles o juveniles, cómo el "coach" (maestro/a o representante del alumno) o los mismos padres del deportista han tenido la desfachatez de lanzar improperios como "¡Mátalo!" o "¡Aprovecha que está cagado!". O cómo un maestro de fuerte influencia en la federación (lo que evidencia un alto rango como karateka) forzaba la clasificación de su alumno en el momento de poder acceder a la siguiente ronda, negándole así a su pupilo la oportunidad de perder y mejorar de cara a la siguiente competición.
En mis clases he repetido hasta la saciedad que, en el caso de que un día me vea en la situación de evaluarlos con una puntuación o una bandera (roja o azul), mi forma de respetar su progreso y educarlos con total sinceridad, será siendo honesto con mi decisión ¿Qué clase de maestro sería sino? ¿Qué sentido de la responsabilidad tendría si sucumbiera a la tentación de manipular un resultado para realzar, no el nombre de mi alumno, sino el de mi escuela?
Personalmente, la piedra angular de nuestros entrenos no es, ni lo será nunca, salir victorioso en una competición. Para nosotros no es indispensable competir para superar un examen o alcanzar finalmente el cinturón negro. Nosotros dejamos muy claro a nuestros alumnos que, la esencia de una competición está en la preparación a la que uno debe someterse para estar a la altura del evento. Manteniendo siempre estos principios fundamentales.
Pero ¿qué ocurre cuando nuestros alumnos más jóvenes, a quienes hemos inclucado nuestro saber, no sólo con nuestras palabras, sino con nuestros actos, no ven reflejados estos principios en el exterior? Nosotros sabemos que ellos se encontrarán con una serie de situaciones desagradables en las que deberán dominar su frustración: rivales violentos, maestros de otras escuelas con actitudes tiránicas, árbitros cayendo en el favoritismo, directivos escudándose más en lo que repesentan que en lo que son. Y aunque resulte en un aprendizaje para ellos, no deja de desembocar en una cruda decepción.
Como maestros (no coach) es nuestra responsabilidad formar a los más jóvenes para que sobrevivan a estas circunstancias manteniendo firmes estos principios, ya que les ocurrirá (y les ha ocurrido) en competiciones incluso amistosas, de la misma federación, estilo, región o provincia.
Es cierto que, cuanto mayor número de competidores victoriosos tenga un dojo, mayor será su reconocimiento, y a fin de cuenta, una escuela de Karate también es un negocio. Pero ¿Hasta qué punto es lícito que un maestro de Karate utilice a sus pupilos como herramienta (incluso arma) para ensalzar el nombre de su dojo?
Además, debemos reconocer que más del 80% de los alumnos en edad infantil y adolescente no permanecerán en nuestro dojo pasada la edad adulta, ya que, mientras unos abandonarán el camino una vez superado el cinturón negro (a modo de meta) muchos otros viajarán o se dedicarán a la profesión para la que se han formado. Sin embargo, en ellos permanecerá lo que el maestro les inculcó, aplicando dicha filosofía a su día a día, convirtiéndose en ciudadanos de bien, predispuestos, no sólo a competir y aplastar, sino a colaborar desde el respeto y la tolerancia. Que sean capaces, no sólo de defenderse a sí mismos, sino también a sus semejantes. Esta es, al menos, la esperanza de los grandes maestros con los que yo he tenido el placer de compartir esta vía.
Los 5 principios del Karate-Do, nos enseñarán a crecer de forma individual, pero también nos enseñará a crecer en comunidad, con nuestros compañeros de camino.
Como dijo el conocido proverbio chino: "Si caminas solo, irás más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos".
Escrito por David Manzano
Maestro de Fudoshin Dojo